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Una tierra sana y biodiversa, el puente hacia una tradición: Día de Muertos.

Actualizado: 22 nov 2023

La sabiduría ancestral se transmite a través de las técnicas culinarias.


Para los mexicanos, la comida es un lazo que une generaciones, una expresión de cultura, un homenaje a nuestros ancestros y una celebración de la vida. Cada platillo, cada sabor, lleva consigo memoria. En cada bocado, escuchamos la voz de nuestras abuelas y abuelos. La sabiduría ancestral se transmite a través de los olores, los sabores y las técnicas culinarias que han sido parte de la historia de cada familia durante siglos.


El primero de noviembre de cada año, pasa la procesión de las mariposas monarcas frente a mi ventana y se detienen en las flores de cempasúchil y en los algodoncillos que tenemos en nuestro jardín y que les ofrecemos con cariño, convirtiéndose en el puente que conecta nuestro mundo con el más allá. Para nuestros pueblos indígenas, estas mariposas son las almas de nuestros seres queridos, que ya no están en cuerpo y cuyas almas vinieron a visitarnos.


El Día de Muertos en mi familia siempre fue una gran celebración. Mis raíces vienen de Oaxaca y de Guanajuato, y cada año, nuestras casas se llenan de los aromas de la comida que nuestros seres queridos solían disfrutar: los tamales de pañuelo, el amarillo, la natilla de azahar, y el chocolate de agua con pan de huevo abren el camino entre ellos y nosotros.


Día de Muertos

Para los mexicanos, la comida es más que una simple necesidad física; es algo tan poderoso, que nos hace desafiar incluso la barrera de la muerte sólo para disfrutar de los olores que nos acompañaron en vida.


Para nosotros, la comida es un lazo que une generaciones, una expresión de cultura, un homenaje a nuestros ancestros y una celebración de la vida. Cada platillo, cada sabor, lleva consigo memoria. En cada bocado, escuchamos la voz de nuestras abuelas y abuelos. La sabiduría ancestral se transmite a través de los olores, los sabores y las técnicas culinarias que han sido parte de la historia de cada familia durante siglos. La comida es un lenguaje que trasciende las palabras, una forma de sentir el cariño y los apapachos de quienes ya no están físicamente con nosotros.


Cada platillo, en cada mesa, es un acto de libertad y amor hacia nuestra tierra ya que sólo una tierra sana y biodiversa puede proporcionar los ingredientes que nuestros abuelos aprendieron a propagar y a preparar para con ellos nutrirnos, el cuerpo, el alma y el recuerdo. Así, encontraremos en cada región los sabores característicos que sólo les pueden dar sus ingredientes autóctonos y sus recetas tradicionales.


Desde el garambullo de Querétaro hasta el achiote de la península y los cientos de chiles de Oaxaca, cada plato celebra nuestra identidad, nuestra historia y nuestra conexión con nuestros difuntos y con nuestra tierra.


Con cariño,

Adriana.





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