Durante la guerra de Vietnam con EU, hubo un almirante norteamericano llamado James Stockdale quien permaneció prisionero 8 años en la cárcel enemiga. En ese periodo lleno de confusión, pleno de angustia y desesperanza, logró mantener la vida y la cordura con una combinación de un contundente realismo para evaluar su situación y un cuidadoso optimismo, para conservar la motivación de seguir adelante.
Hoy vivimos un tiempo de zozobra. Las noticias que nos inundan todos los días asustan.
Y no es para menos: La salud y la economía se tambalean y nos repiten a diario que no estamos preparados para afrontar lo que viene.¿Qué nos queda, entonces? Pues prepararnos.
Hoy escribo a título personal, y yo, Adriana, siempre he creído que en los peores momentos, la única vía a seguir es la equilibrada combinación de esos elementos: mientras más complicada la situación y mientras más incierto el futuro, más necesaria se hace la firme creencia de que hay oportunidades que aprovechar y más ineludible es la disciplina y el esfuerzo que hay que invertir. En otras palabras, a Dios rogando y con el mazo dando.
Mi reflexión es esta: No tenemos alternativa de estar aquí. Estamos en una posición que no decidimos, pero de la que no podemos huir. Hay que afrontarla, sin duda, en toda su magnitud y hay que tener también un poco de optimismo, porque perder la esperanza es asegurar la pérdida de todo lo demás.El pesimismo paraliza. El pesimismo nos encierra en el problema y no nos deja resolver la situación que nos tiene mal para sobrellevarla o salir de ella. Nuestro país, y en particular nuestro sector, no es ajeno a esto. En el campo las dificultades son comunes. A veces son tantas, que parece que una vida entera pasa en los pocos meses de un cultivo. Las fronteras se abren y se cierran; las plagas llegan sin aviso; los precios suben y bajan, y sin embargo, aquí estamos.
En México enfrentamos algunos de los flagelos más dolorosos de la modernidad, como la pobreza, la corrupción y la ignorancia. Sin embargo, aquí estamos.
Estamos porque hemos aprendido a resistir, pero además a salir airosos y fortalecidos de los problemas. Nos hacemos mejores en la adversidad, porque somos resilientes.Nosotros, los que nunca la hemos tenido fácil, tenemos mucho que enseñar acerca del manejo de crisis con una sonrisa en la boca. Y cada que el buen humor, esa marca imborrable que tenemos los mexicanos, asoma de lo profundo de la desgracia, me regresa la esperanza de que, si acaso no vemos el camino de salida es porque tenemos la oportunidad abrir brecha y, ¿quién mejor que un agricultor para hacer eso?
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